Comparto este link con nuestros lectores y en especial el artículo
que se describe a continuación. A mi parecer, fresco e interesante en estos días
donde los educadores debemos transformar profundamente el rol que desempeñamos. Ya
no pueden percibirse como meros dadores de clase o como cuidadores de niños y/o
adolescentes mientras sus padres trabajan, sino como educadores socialmente
comprometidos con el paìs, que conviertan las aulas e
instituciones educativas en lugares de trabajo, participación, formación y producción.
“Sobre un viejo pupitre marcado por el tiempo, donde muchos otros niños
algún día aprendieron a escribir, reposa un cuaderno abierto con la página en
blanco, esperando ser escrita y sobre ella la mano pequeña de un niño que juega
con su lápiz haciendo siluetas en el aire, imaginando historias que podría
escribir, dejando volar su imaginación, mientras su maestra copia un largo
texto en la pizarra y se siente dichosa por su capacidad de enseñar”
(Autor
desconocido)
La
educación, además de ser transmisora de saber, de cultura y de socialización,
también es un lugar de vida, y debe estar orientada y preparar para vivir y
para convivir, de forma que a los estudiantes se les adiestre para la vida,
para desenvolver su propio proyecto de vida y se les capacite para convivir
construyendo unas relaciones con mayor densidad y calidad humana.
Quien pretende educar así, debe valorar a la persona por lo que es, más que a
las cosas que posee, y ser consciente de que cada estudiante encierra grandes
posibilidades, más de las que aparenta tener.
Educar para la vida y la convivencia nos lleva a educar considerando que: La
educación es una tarea personal, en la que el sujeto de la educación debe
implicarse y sentirse protagonista. El estudiante es el centro y el fin del
proceso educativo, y el educador debe tener con cada educando una actitud
cercana, de escucha y de atención a la vida.
La finalidad de la educación es el desarrollo pleno e integral de la personalidad
de cada estudiante, y de todas las dimensiones que le configuran como persona y
le ayudan a la iniciación y la relación con los otros.
Los dones y las cualidades de los estudiantes deben aflorar para que crezca su
autoestima, su aceptación y valoración personal. Desarrollar su capacidad de
toma de decisiones y responsabilidades, la autonomía, la capacidad de saberse
poner en el lugar de los demás.
Pero también es preciso ser realistas y tomar conciencia de que la tarea educativa
tiene sus limitaciones y que no es responsabilidad única de los profesores y
educadores, ni tan siquiera tarea exclusiva de la familia, sino que requiere la
implicación de toda la sociedad, para que cada niño y cada joven, aprenda a
vivir la vida con sentido, con propósito y responsabilidad.
Hoy requerimos
de educadores sólidamente formados, que entiendan que su misión primordial es
estimular el aprendizaje y la formación humana y ciudadana de sus estudiantes,
y que el fracaso de sus estudiantes implica su propio fracaso.
Referencias Bibliográficas Consultadas:
Pérez Esclarìn. Educar para
Humanizar. Educadores XXI 2005. Caracas Venezuela
Upel Selecciones de lectura. Filosofía
de la Educación
2005. El humanismo